viernes, 9 de marzo de 2012

Una gran biblioteca al aire libre

Que la literatura esta cambiando sus hábitos es un hecho. Ni su publicidad, ni el formato ni la manera de compartirla es igual que hace unos años. En otras ocasiones ya hemos hablado, por ejemplo, de los booktrailers, que tratan de publicitar una obra de forma distinta, o de los audiolibros, que acercan la literatura a las personas invidentes, entre otras muchas cosas. Pero si hay algo que sobresale por su originalidad ese es el bookcrossing.

La iniciativa consiste en dejar libros en lugares públicos con el fin de que otras personas lo recojan, se lo lean y lo vuelvan a dejar para que los encuentren otros lectores y así sucesivamente. Los “bookcrossers”, que así es como se llaman los participantes, tratan de fomentar la lectura convirtiendo el mundo en una biblioteca global.

Participar en el bookcrossing es muy sencillo y gratuito. Si se quiere liberar o “donar” a la causa un libro, solamente se tiene que registrar el ejemplar en la página web oficial para conseguir un número de identificación de bookcrossing o BCID. Tras su registro, se deja en un lugar público y ya está. Así de fácil.

La idea surgió en 2001 del estadounidense Ron Hornbaker, que se inspiró en Where’s George?, una web que trataba de conocer el recorrido que realizan de los billetes en Estados Unidos. No fue hasta 2003 cuando una ciudad española, más concretamente Zaragoza, acogió el primer encuentro Nacional de Bookcrossing, el “Encuentrico”.


Al contrario de lo que parece numerosas editoriales han visto en el bookcrossing una oportunidad para aumentar las ventas de sus novedades literarias por lo que en muchas ocasiones ceden obras antes de que salgan al mercado. La lectura llama a la lectura.

Así que ya sabéis. Si alguna vez os encontráis un libro por la calle, registradlo y compartidlo con el resto de lectores. Fomentaréis una práctica divertida y económica sin necesidad de caer en la ilegalidad.

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