viernes, 13 de enero de 2012

La última gran presa de Hemingway

Tras el breve parón navideño comenzamos el nuevo año con uno de los grandes clásicos de la literatura universal, El viejo y el mar de Ernest Hemingway. La novela, que tiene posiblemente tantos detractores como defensores, le valió a su autor para ganar el premio Pulitzer en 1953. Es sin duda su obra más importante y conocida.

La historia se centra en Santiago, un viejo pescador cubano venido a menos que lleva una larga temporada sin una buena captura. Después de 84 días sin suerte, el anciano sale a navegar él solo en su pequeña embarcación. Tras varias horas de espera un pez de grandes dimensiones pica el anzuelo. Ahí comienza una dura lucha entre el viejo y el mar.

El protagonista no solamente pelea por hacerse con el pescado, sino que lo hace también por recuperar la dignidad y el respeto que cree perdidos. Vemos en el anciano el afán de superación del ser humano ante las dificultades que se encuentra en el camino. Asistimos a la lucha del hombre por la vida.

Hemingway es sinónimo de buena narrativa, de literatura sin adornos ni florituras. Como buen periodista que es, utiliza un lenguaje directo y conciso. Por su estilo sobrio, más que una novela, podríamos decir que estamos ante una crónica "de ficción".

Aunque El viejo y el mar puede parecer a primera vista una novela simplona, esconde matices que nos lleva a profundizar en temas complejos: la soledad, la esperanza, la necesidad de reconocimiento por parte de la sociedad… Como siempre Hemingway cuenta más de lo que narra.

Cuatro pinceladas

La frase: Ojala estuviera aquí el muchacho (tantas veces repetida a lo largo de la historia).

El momento: La lucha infructuosa del viejo contra los galanos para defender su valioso trofeo.

El personaje: El joven muchacho Manolín que siente verdadera admiración por Santiago, pero que no es capaz de desobedecer las órdenes de su padre.

La anécdota: En 1950, después de una mala temporada, Di Maggio, jugador de béisbol fuertemente admirado por el protagonista de la historia, bateó tres homeruns para que su equipo ganara su partido 85, el mismo número, en este caso, de días que lleva Santiago sin suerte.

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